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La colibacilosis, una de las principales amenazas del sector avícola

Además de ser factor primario de infecciones en aves, Escherichia coli es un agente involucrado con frecuencia en otro tipo de problemáticas como pueden ser bronquitis o micoplasmosis, agravando el cuadro clínico. Sea cual sea su presencia, E.coli tiene un fuerte impacto en las granjas, debido al incremento del índice de conversión que ocasiona, así como los costes de tratamiento y, por supuesto, la mortalidad. De hecho, la colibacilosis es la enfermedad más frecuentemente reportada en estudios sobre enfermedades avícolas, siendo a su vez una causa importante de decomisos durante el procesado, y con las consecuentes importantes pérdidas económicas para el sector avícola.

¿Qué debemos saber sobre E.coli?

Al contrario de lo que tradicionalmente se piensa, los diferentes serotipos de E.coli no indican cuán patógena es una cepa. Son, sin embargo, los genes o factores de virulencia los que otorgan a la bacteria, de forma general, su capacidad de invadir y sobrevivir en el hospedador. Es por este mismo motivo por el que para referirse a patogenicidad se habla de cepas APEC (por su siglas en inglés de “Avian Pathogenic E.coli”), clasificadas en función de la presencia de estos factores. Cuanto mayor número de estos tenga presente una cepa, mayor capacidad para generar enfermedad.

Así, los principales factores de virulencia que emplea E.coli para vencer al sistema inmune del ave son:

  • Los factores de adhesión, que permiten a la bacteria adherirse a los receptores de las células del epitelio respiratorio;
  • los sistemas de adquisición de hierro, que le confieren la capacidad de captar y concentrar el hierro que necesita para su crecimiento en los tejidos corporales;
  • los mecanismos de resistencia al suero;
  • y otros mecanismos de resistencia.

La importancia de la bioseguridad

Para controlar esta patología, la prevención adquiere especial importancia. Desde la adecuada limpieza y desinfección de las naves, así como su correcta ventilación, hasta el control de los niveles de polvo e irritantes ambientales, sin olvidar la importancia del agua de bebida y su correcta potabilización. Igualmente se deberá prestar atención a las condiciones de las instalaciones y la elaboración de registros que nos permitan trabajar en base a una información contrastada y datos.

Un punto clave es la implementación de un plan vacunal completo frente a las enfermedades respiratorias prevalentes en la zona y, más concretamente, la vacunación frente a E.coli. Esta última resulta fundamental para evitar la aparición de un brote y su empleo concuerda con el uso responsable de antibióticos, más si cabe en avicultura en la que se utiliza colistina, antibiótico para el que se han desarrollado programas de vigilancia y reducción de uso. Así, mediante un programa vacunal profiláctico será posible minimizar las actuaciones terapéuticas.

¿Qué tipo de vacuna emplear?

Son mucho los que optan por emplear una autovacuna, o vacuna autógena, por la homología que dicen presentar con la cepa patógena causante del problema en la granja. Sin embargo, normalmente, para el desarrollo de este tipo de vacunas no se tienen en cuenta los diferentes factores de virulencia que puede presentar una cepa. Adicionalmente, al tratarse de vacunas inactivadas, suele estimular el sistema inmune de una forma más limitada, frente a una vacuna viva.

En el caso de estas últimas, la respuesta inmune es más completa, estimulando tanto la inmunidad humoral como la celular a nivel sistémico y local. Además, la posibilidad de aplicarse vía aerógena o en agua representa otro gran beneficio para el manejo de las aves, reduciendo el estrés sobre estas, y las consecuentes pérdidas productivas asociadas.

Para más información consulta a un veterinario.